Hoy es una de esas noches donde me despego de la tierra, donde miro hacia arriba y veo las estrellas revoloteando e invitándome a compartir las horas eternas. Recuerdo que jugaba con ellas de pequeño, cuando viajaba con mis padres en el asiento trasero del auto. Todo el camino miraba por la ventana hacia arriba, miraba sin cesar esos pequeños puntos blancos resplandecientes. Inventaba un mundo transparente, lleno de túneles y escondites secretos, donde sólo había espacio para mí.
Hay personas que vuelan cada segundo de sus vidas, a pesar de estar sumergidas en un túnel sangriento, copado de lágrimas y estertores. Pueden levantarse y brillar muy fuerte. Encienden su estrella de fuego, abren la ventanilla y despegan con sus alas doradas del asiento trasero. Por segundos, resplandecen sobre los otros, los autos, los árboles y el camino. Luego entran al siguiente túnel, para continuar con el círculo intransigente y se preparan para volver a nacer, desde las cenizas de la muerte.
A veces me divido en dos como esta noche. Mi cuerpo, con sus éxitos, fracasos y ensayos de misterio, se queda aquí en este mundo y mi espíritu se levanta para volar libre más allá de la atmósfera. Es una suerte de desdoblamiento astral, mezclado con un poco de esperanza. He tenido la oportunidad de verme frente a frente con la muerte y de convertirme en llamas etéreas, como el ave fénix, hasta que salgo volando hacia los astros en un tránsito inexorable.
Aún después de ese viaje infinito, tengo que despertar y encontrarme con mi cuerpo vacilante otra vez. Con cansancio y un poco de dolor en mis alitas, pero perplejo por los parajes visitados…
Linu
April 17, 2010 at 12:17 amEscribes estupendo y en espanol aun mas que en ingles! 🙂