Hoy me desperté pensando otra vez en esos sueños, entre el letargo de la mañana y el frío del aire acondicionado que caía sobre mi rostro. Después de algunos momentos de pereza, sentí un remezón sobre mi cuerpo, eran mis pies, un tanto adoloridos por las largas caminatas de los últimos días. Los canales y callecitas de la ciudad son un buen anzuelo para la somnolencia y la introspección. Debe ser la fuerza del agua que se asoma en tu espíritu y revuelve todo por dentro, atravesando hasta los más inclementes corazones. Luego de algunas horas, seguí pensando en ti y en esos sueños, fue un episodio desgarrador, nunca había llegado a tal extremo. Sinceramente, en el último tiempo sólo me dediqué a deambular como un idiota.
Esta conciencia y sus sueños es lo más auténtico que he vivido en los últimos días. Hubo instantes en mi pasado con un filo destructor, donde verdaderamente puedo decir que se partió mi corazón, dónde perdí mi alma y también algunas partes del cuerpo. Pero esta vez ha sido distinto, ha sido un despertar más profundo, que termina inequívocamente en una sola pregunta: ¿Cómo ser?
He vivido muchas fantasías, cruzado fronteras por mis sueños y gozado totalmente lo que he entendido hasta ahora como el logro y la satisfacción, algo así como encaramarse hasta lo más alto de esa escalera multicolor que es la vida, donde he puesto fuerzas y conquistado algunas pequeñas cumbres. Observar hacia abajo luego de un largo camino, entrega gran regocijo y omnipotencia. A veces quizás un poco de arrogancia, pero por sobre todo mucha sabiduría. Luego de tantos viajes, tanta paciencia, enredos, iras, amores, ruidos, tragedias y alegrías, no puedo decir que soy feliz.
Me espanta un poco la naturaleza de esta interrogante. Me recuerdo de un gran amigo que una vez me dijo “tu destruyes todas tus posibilidades de ser verdaderamente feliz”. Me asusta, sí, porque como siempre, las verdades están más cerca de lo que uno imagina, más cerca de lo que llamamos felicidad y más cerca de uno mismo de lo que queremos creer…
para A.P