Entonces llegó el sol y comenzaron a discutir:
– Qué tienes hermano?
– Mi alma está cansada, falta de paz, un poco perdida entre las nubes.
– Ya has caminado suficiente, has cruzado el valle de las sombras y perturbado tu espíritu más que ningún otro. Nunca nadie lo hizo como tú. Ya has ido hasta el cielo con tus alas y tu propia luz brilla incandescente sobre la ciudad. Ya has caído hasta tus pesadillas y luego despertado con la luz de la madrugada…
– No es suficiente.
– Cuando vas a detenerte?
– No lo sé…
– No te basta con todo lo que has descubierto acaso?, con todo lo que has abrazado con tus sentidos? Tu eterno movimiento me desconsuela…
– Pero no he tocado el amor
– Cómo no?
– Pues no, soy prisionero.
– Mh!… (lo miraba con desazón, intentando comprender a este ser errante).
– Así es, soy prisionero, no puedo despertar de mis sueños y mis deseos. No puedo elegir. Pues mi elección está escrita hace millones de años, sobre mi alma etérea. No puedo cerrar los ojos, abrirlos nuevamente y caer en la gracia. Pues el cielo ya lanzó su tormenta cíclica sobre mi camino. Pues vivo en el amor y desde el amor. Hasta controla mis movimientos.
– Y no consigues la libertad desde el amor?
– No, mis raíces se extienden más allá del fondo del planeta, estoy tan sujeto que no tengo escapatoria. Me desdoblo entre dos mundos, entre la levedad y el peso de mi cuerpo.
– Pero crees acaso que no eres suficientemente fuerte para soportar la tormenta?
– No es la tormenta lo que me confude, no es asunto de fortaletza, mi piel parece suave, pero bajo ella hay mil años de locura
– Entonces que?
– Ya basta de preguntas, ya basta de tanta cordura, mejor nos sentamos sobre esa gran nube y observamos hacia abajo y tal vez hacia arriba otra vez…