De repente, en medio de la reunión empiezo a divagar. ¿Que es esto de escribir? me pregunté, sin saber que responder, pues apenas comienzo mi vida de palabras. Es un asunto natural pensé, pues era la única respuesta que encontré mientras navegaba por mis neuronas; finalmente salimos de la reunión y me tocó un diccionario de retos y reclamos, espero no haber logrado el odio de esa gente.
Esto de escribir es algo tan natural como estornudar, que lógico me parece. Todo comienza con un cosquilleo en la garganta que sube y sube hasta la neurona de la escritura, entonces ella se despierta y ahí estás listo para comenzar. Entonces viene el mareo y empiezas a estar presente en otro mundo mientras este se diluye en gotas húmedas de sopor. Las personas en la calle te observan con cautela y ponen ese aspecto desconcertante e invisible, porque no saben donde estás, no saben nada de ti y no entienden tu comportamiento. Y tu mente no está en blanco como creen, sino que ha comenzado la metamorfosis, sí, porque las células se transforman en letras y entre tanta mitosis, ya no eres más que un texto que camina por la calle. Y de repente en cualquier lugar se confunde la realidad con la fantasía. Por fin ya no te rodean árboles, cemento, autos, personas sino letras, palabras y frases por montones. Ahí comienza el colapso, pues el disco duro se acaba y el flujo de información se hace un manantial tan cristalino que no aguantas las ganas. Te pica la nariz y te tiemblan las manos por un pañuelo, una toalla y hasta un poco de confort, lo que sea. Inexorablemente sólo piensas en una libreta o un computador, pues de tus manos fluye ese caudal eterno y descontrolado que tiene como único destino cumplir con el encuentro del pañuelo con la nariz y de la palabra con la hoja.